EL ORDEN PERFECTO
POR ©GIUSEPPE ISGRÓ C.
El poeta se repetía a sí mismo, una y otra vez, en estado de interiorización: -“Entro en el orden perfecto de mi vida”. Apenas hacía unos días, su maestro le había dicho: -“Busca y encuentra la solución dentro de ti”. No es el zahorí quien tiene que darte la respuesta. El zahorí eres tú; y, el qué, el cómo, el cuándo, el dónde, el cuánto, el quién y el por qué, afloran en tu propia conciencia, si atento las escuchas. Pero, solamente puedes estar centrado afuera o adentro, al mismo tiempo. Es preciso descentrar la atención del propio ego y conectarla con la fuente interior: en comunicación espiritual con la Divinidad.
Este era el orden de ideas que venían fluyendo en su mente y sobre ellas estaba meditando. El maestro le había dicho que por noventa días debía repetirse, diariamente, cien veces: -“Encuentro el orden perfecto de mi vida”.
-“Encuentro el orden perfecto de mi vida”, se repetía, diariamente, la persona de nuestro relato, para reorientar las fuerzas que le permitiesen afrontar una realidad desacostumbrada para él. Su amigo, en el otro extremo del mundo, esa mañana, le había dicho, también: -“Adquiere, y lee, un libro que hable de las leyes de la vida y de los valores universales, cuya comprensión te permitan dinamizar tu pensamiento positivamente y aquilatar la visión con la percepción de la realidad divina en conexión directa con el Creador Universal”. Este hombre le tenía mucha confianza a su amigo. Desde el primer instante afloró, entre ellos, una amistad como que hubiese existido desde siempre.
-“Encuentro el orden divino de mi vida”, continuaba repitiéndose, sosegadamente. No, es el orden perfecto,.. se corrige a sí mismo. Bueno, perfecto o divino, viene a ser la misma cosa, pensaba.
Luego, se pregunta: -“¿Qué significa encontrar el orden divino dentro de mí? ¿Algo que está en orden, significa que cada cosa se encuentra en su lugar? Si cada cosa se encuentra en su lugar, cumpliendo la función correcta, eso crea armonía. Si hay armonía, ello se refleja en la belleza exterior. Pero, solamente puede haber belleza verdadera, perdurable, reconfortante para el Espíritu, cuando en lo interno impera una condición de análoga naturaleza. Nada existe en lo que externo que, al mismo tiempo, no se encuentre en lo interno. Lo que está en los pensamientos y en los sentimientos, tarde o temprano se reflejará en las palabras y en los actos. La belleza que se ve es la que se corresponde con la justeza de los elementos que la componen. Es decir, todos las partes son las justas y las perfectas que se precisa. La justicia, como valor, viene a representar la clave del orden perfecto. Dar a cada uno lo suyo, decían los juristas del Derecho Romano, y, respetarle, también, lo que le pertenece.
La clave, -reflexionaba el poeta-, reside en armonizarse con los valores universales, equivalentes con los atributos divinos del ser humanos. Estos son equivalentes, potencialmente hablando, a los que posee el Creador. Por eso se habla de Macrocosmos y de microcosmos. Una sola ley rige todo: lo grande y lo pequeño, en los cuatro reinos: el humano, el animal, el vegetal y el mineral, que, en fin, no deja de ser un solo reino: el ESPIRITAL, -por cuanto cada uno de los citados cuatro reinos está dotado de un Espíritu, eterno e inmortal, inteligente y con libre albedrío, aunque regidos por leyes naturales-, conformando la UNIDAD , o, -¿el UNO?-. Solamente se puede gozar de la auténtica libertad si se piensa y siente, se habla y actúa, en correspondencia con los valores universales, en polaridad positiva. Si dentro de sí hay armonía, y orden perfecto, por los efectos de la resonancia magnética se encuentra la misma condición en lo externo, vibrando al unísono el entorno con lo interno. Quien se auto-domina, bajo la égida de los principios naturales, domina su ambiente existencial.
Por ejemplo: el secreto del termostato. Su regulación en determinado grado, sean cuales fueren las condiciones climáticas externas, mantiene la temperatura interior inalterable: constante. Es el orden interno perfecto. La perfección ideal – relativa, que se anhela de acuerdo a los propios valores, al estado de conciencia que se tenga de los valores universales. Si fluye la percepción clara de los parámetros que, en cada valor universal, deben conducirse los propios pensamientos y sentimientos, las palabras y los actos, el orden perfecto estaría rigiendo en lo interno, el cual, paralelamente, lo hará, también, en lo externo. Cómo es adentro es afuera. Como es arriba es abajo. Y viceversa. La solidez moral de lo uno influye en lo otro. Los ingredientes son: PENSAMIENTOS Y SENTIMIENTOS, regidos por la intención del ser. Esto es la causa y la razón. Los efectos y las consecuencias, vienen a ser las palabras y los actos, y los resultados que generan. Siembra y cosecha. Objetivos y resultados. Premio y pago. Paz e inquietud. Conciencia tranquila y su condición opuesta. Orden y Armonía. Poder y Creación. Amor y Justicia. Fortaleza y Templanza. Equilibrio y Serenidad. Confianza y Seguridad. Servicio y Salario Cósmico. Dar y Recibir. Paciencia y Tenacidad. Tolerancia y Bondad. Placer por el bien hecho. Orden Perfecto de acuerdo a la Justicia Divina , en armonía con todos y con el Todo.
-“Entrar en el orden perfecto”, -seguía pensando el poeta, es escuchar la voz del eterno en la conciencia, por medio de los sentimientos de los valores universales. Cuando pienso en los valores que acaparan mi interés, en polaridad positiva, se activa la ley de la atracción, y se comienza a atraer, del entorno, a los elementos coadyuvantes a la propia obra. Paralelamente, se activa, también, la ley de aislamiento cósmico, que aparta todo lo que le es antagónico. Aparta lo que estorba, limpia el camino; permite el acceso a lo que corresponde en armonía al orden establecido. En lo que se piensa se activa la conciencia y la fuerza creadora inherente. Acción y pensamiento; pensamiento y acción. Pensar, luego actuar. ¿Es fácil? Todo precisa trabajo. Dios pensó el universo. El ser humano, -y los integrantes de los tres reinos naturales, en ambas dimensiones: física y espiritual, lo realiza. El uno es anhelo de ser, en todas sus vertientes, en eterno devenir; los otros: la expresión del ser.
Al activar el orden divino dentro del ser se pone en movimiento la central energética del cosmos; fluye el poder creador y la sabiduría de los valores universales, en la propia conciencia y en el universo. Mundos paralelos: arriba y abajo; abajo y arriba; es lo mismo. Como es uno es el otro. Asumir la verdad. -¿A qué sirve evadirla? Orden divino en armonía con los valores universales. De repente se hizo la luz en la mente del poeta. Por eso exclamó: ¡Ahí está la clave! Claro, por eso la idea de repetir cien veces al día, por tres meses: -“Encuentro el orden perfecto de mi vida”. Para obligarle a centrar la atención, -¿en qué? Sí, eso es, EN LOS VALORES UNIVERSALES, que rigen todo: los principios, las leyes divinas, el universo, la mente, los pensamientos, los sentimientos, las palabras y los actos. Tan sencillo como eso. Es verdad: muy sencillo. ¿Por qué no me lo enseñaron en la escuela? Eso no importa, ahora. La vida te lo enseña. Y el maestro te lo susurra en la conciencia; EL CREADOR, mediante el lenguaje de los sentimientos, en correspondencia con los valores universales.
En lo que centras la atención se expande la conciencia y van fluyendo las ideas, y las ideas tienen fuerzas, y las fuerzas atraen o repelen. ¿Qué quieres atraer? ¿Qué deseas repeler? Por supuesto, se anhela: el bien, la salud, el amor, la riqueza, el éxito, el progreso, la sabiduría, el dinero, los alimentos, vestidos, casa, transporte, familia, trabajo, seguridad. -¿Qué más? También, sentido de pertenencia, de dignidad, de autorrealización y de conexión con lo divino. -¿Qué más? Se anhela una misión que de sentido a la propia vida y que permita el crecimiento personal. Un propósito existencial que ordene la propia vida. Orden divino en armonía con los planes trazados por el Gran Arquitecto del Universo. Y, también, amor. Mucho AMOR: -poder supremo que mueve el universo.
El orden perfecto va permitiendo la conexión divina, fluyendo la luz. El poeta, sigue pensando: Entro en el orden perfecto universal, contando del cuatro a uno: 4-3-2-1. Ahora estoy ya en el orden perfecto universal. Rijo mis pensamientos y mis sentimientos por los parámetros de los valores universales. Actúo guiado por el sentido de la justicia y expreso todas mis palabras impregnadas con la energía del amor; con respeto, sinceridad, alegría, tolerancia y efectividad, es decir: con contundencia. La vida no es juego; estamos aquí para triunfar, haciendo, al mismo tiempo, la mayor suma de bien posible.
El poeta se iba imbuyendo, cada vez mejor, de los sentimientos de los valores universales, y le encontraba un justo sentido a la vida. Esas ideas claras iluminaban sus pensamientos y las consecuencias de sus palabras y actos. Fluían, los sentimientos, en polaridad positiva; todo en armonía. El poeta había encontrado el camino del orden divino. Ahora, era preciso recorrerlo, en el eterno presente. Orden, armonía, poder y amor: cuatro poderosas palancas eternas. Ahora, el poeta, iba anotando las cien palabras que se correspondían con valores que él quería afirmar en su vida, para afianzarse en el orden divino y recibir sus efectos, por añadidura. Él, se había hecho el propósito de cumplir el compromiso asumido de repetir cien veces al día, por noventas jornadas: -“Encuentro el orden perfecto en mi vida”-. Luego, añadió: En armonía con el Universo. Recapacita y afirma: -ESTOY, YA, EN EL ORDEN PERFECTO DE MI VIDA, en conexión con el Creador Universal. Él es yo; yo soy Él; soy, -y represento-, todo lo que Él es. Lo que Él quiera; nada se le asemeja. El orden perfecto.
Adelante.
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