Giovanni
Papini, en su clásico: Juicio Universal, pone en boca de Alejandro Magno, la
siguiente expresión: -“Sentí que la única empresa digna del hombre es la
conquista de sí mismo para moverse a la conquista de Dios”-. Agregamos: “a la
conquista de Dios”, por el amor.
Sri
Ramakrishna le decía a M.: -“Quiénes sois para enseñar a otros? Por qué el ser
humano no aprende por sí mismo a conocer a Dios? Cumple todos tus deberes con
el mundo pero conserva tu mente fija en Dios. Meditando en el Creador, en la
soledad, la mente adquiere el conocimiento de Él”.
Sin duda, la
grandeza de Dios trasciende las facultades cognoscitivas del ser humano, pero,
-es ésta una razón suficiente para dejar de percibir, de Él, lo que, en el
eterno presente, seamos capaces de lograr? Esa es la meta eterna,
afortunadamente.
El constante
recuerdo del nombre del Creador, centrando la atención en Él,
permanentemente, es esencial. Donde se centra la atención, se expande la
conciencia y comienza a fluir el conocimiento y el poder creador.
Jamás nos
hemos separado de la
Fuente Universal ,
empero, es preciso adquirir conciencia de que la conexión con el Creador, ya
existe, desde siempre.
El ser se
encuentra inmerso en Dios: el Espíritu Universal, al igual que los peces lo
están en el mar. Pueden tener sed, los peces, estando en el agua? Y, el ser
humano, viviendo en el Espíritu Universal, puede dejar de conocerle? –Por qué
no aprovecha, en mayor grado, la
ABUNDANCIA que la previsión divina a
puesto a su alcance? -Tener “hambre”, y dejar de satisfacerla, en el Granero de
Dios, es eso posible?
Hay que
percibirse como una emanación del Espíritu Universal. Una emanación eterna e
inmortal, autónoma, con la facultad del libre albedrío, entre otras inmensas.
El Creador
Universal hace sentir, a cada instante, su voz de PEDAGOGO, en la conciencia,
aportando la enseñanza adecuada. Coordinando, al mismo tiempo, para recibirla
de quien y de donde menos se piensa. Oportunamente, aparecerá la persona, en el
propio camino, que aportará la lección precisada. Es necesario reconocer, en
los encuentros circunstanciales de la vida diaria, tanto la presencia de Dios
como la de su enseñanza. Primeramente, en la conciencia. Luego, por medio de
otros seres. Todos somos expresiones múltiples de la
DIVINIDAD , e instrumentos de su voluntad.
-Cómo lo
hace Dios? Por el lenguaje de los sentimientos en la propia conciencia. Inspira
el conocimiento de los valores universales, y al mismo tiempo, la ley cósmica,
deja sentir su advertencia coercitiva-pedagógica como guía en la conducta, y
como acción coactiva, cuando el ser precisa corrección, por efecto de la ley de
justicia.
Es
factible conocer a Dios por los atributos divinos o valores universales. El ser
humano –y los seres en los demás reinos naturales- los poseen en igualdad de
condiciones que los del Creador. La única diferencia reside en que Él los tiene
desarrollados en grado infinito, en todas sus inmensas vertientes y variantes.
Los atributos de los seres se encuentran en estado de POTENCIALIDAD, que,
eternamente, sin límites algunos, habrán de ser desarrollados, adquiriendo
nuevos niveles de conciencia.
Conociendo
cada atributo divino, en el propio ser, se conocen los de Dios. Gradualmente,
se entiende. Los doce atributos básicos, por los cuales sería ideal comenzar a
conocer a Dios, son: El amor, la justicia, la prudencia, la fortaleza, la
templanza, la belleza, la afinidad, la igualdad, la compensación, la libertad,
la armonía y el orden. Directa o indirectamente, se vinculan con todos los
demás atributos.
El amor,
síntesis universal de la ley cósmica: engloba todos los valores universales en
su cumplimiento o práctica. Es decir, si se cultiva el amor, se estaría realizando,
simultáneamente, la práctica de todas las virtudes.
Un buen
comienzo en el cultivo del conocimiento de Dios es hacerlo por medio del amor,
en todas sus inmensas vertientes. Adelante.
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