MEDITACIONES
ESENCIALES: 340
©Giuseppe
Isgró C.
Sin
duda alguna, es un acto solemne, el de la reencarnación, por cuanto, ha sido
elegido por el Espíritu a punto de iniciar un ciclo de vida y ha sido aprobado
por los Regidores de los destinos del Planeta Tierra, los representantes de la
Justicia Divina, por los guías y protectores del Espíritu que ha de tomar
materia, por los de sus padres y por otros seres afines que les acompañan al
igual que se hace con un ser querido o amigo o amiga que emprende un viaje,
para desearle una feliz llegada y exitoso regreso.
La
solemnidad del acto está representada por el registro cósmico del
engendramiento del nuevo ser y las respectivas pruebas, compensaciones y
objetivos de aprendizaje que habrá de cumplir durante el ciclo de vida por
iniciar, con carácter de obligación asumida y que constituyen un gravamen
existencial, para ese ciclo de vida, que habrá de liberar, en forma total o en
parte, al final del plazo concedido a tales efectos.
Es
un acto importante en la vida del Espíritu y para todos los seres involucrados,
al igual que cuando se emprende la compra de una casa con un crédito
hipotecario, que va acompañado de la emoción de la nueva adquisición y por la
aprehensión del compromiso que adquiere, el cual deberá cumplir empleándose a
fondo y no descansará tranquilo hasta haber satisfecho, felizmente, la
obligación asumida.
Es
la emoción frente al reto y la confianza de que lo superará con éxito. Se puede
experimentar, también, la incertidumbre del resultado final de la acción que
emprende en los casos de Espíritus que precisan de alcanzar mayor nivel
evolutivo.
Sin
duda alguna, ocurre igual que en la vida, cuando se deben afrontar situaciones
pocos fáciles, antes de afrontarlas se ven menos fáciles de lo que realmente
son, hasta que se les afronta cara a cara, instante en que emergen del interior
las fuerzas suficientes para resolverlas y/o superarlas exitosamente.